viernes, 2 de agosto de 2024

LOCAL DE ENSAYO

 



Ayer, uno de agosto, caía un sol de justicia en Murcia,—más se merecen, diría un cartagenero—las temperaturas llegaron a alcanzar los 47º C y no exagero, el aire quemaba, el asfalto también, y cada cincuenta metros de recorrido teníamos que meternos en una librería religiosa de la casa del obispo de Cartagena en Murcia o en una cafetería con aire acondicionado para reponer fuerzas y poder seguir hasta el restaurante y el parking.


En fin, un infierno.


Habíamos quedado con Mariana Iglesias y Rodrigo de la Fuente para ir al restaurante “Local de ensayo”, local moderno que nos había recomendado nuestro amigo Ulpiano en un viaje que hicimos a Segura de la Sierra; pero nuestros amigos a última hora no pudieron acudir a la cita, así que fuimos mi maridito y yo.


Con ese nombre, “Local de ensayo” no se puede esperar otra cosa que un restaurante moderno de los de grandes platos y poca comida, productos muy elaborados con mucha parafernalia y mucha tontería aptos para comensales gafapastiles. Sin embargo la tontería no es muy elevada. Es correcta en su justa medida. Y por los libros que tenía en la sala se notaba que sabían del oficio.



Aunque la decoración del local no es nada moderna, el restaurante es bonito y correcto y a mi me gustó. Manteles blancos, ladrillo visto, suelo de baldosa hidráulica, estanterías con libros y vinoteca. Llegamos los primeros al restaurante que estaba vacío, al rato de estar allí uno de los camareros se presenta con traje de chaqueta y corbata, cosa que me pareció desorbitada y bastante poco moderna por lo caluroso del día y del atuendo. Visto las altas temperaturas que había, una camisa de lino blanco hubiese estado más que bien. Además ¿qué hacía vestido así un camarero brasileño? Porque era brasileño, que incluso intercambiamos algunas palabras sobre Caetano Veloso y parece que le brillaron los ojos.


Los entrantes me gustaron mucho, fue lo mejor de la comida, en especial un bombón de hueva de mujol y una (sólo una) almendra marcona, luego también tomamos un brioche de boletus ahumados y trufa, y un tartar de tomate con gamba roja de Águilas ecológico y merengue de Aquafaba.









De platos principales un lenguado beurre blanc, crujiente de su piel y caviar Beluga y un salmonete a la bullabesa y gamba roja de Águilas y mejillón. No recuerdo el mejillón pero sí la gamba, aunque no tengo ninguna seguridad de que fuese aguileña como indicaba la carta. Los platos principales estaban correctos, nada más.


 




De postre una fresas estofadas (estaban buenísimas) y una versión moderna del paparajote que no sabe en absoluto a paparajote (era caramelo de color verde).




En fin, lo que ahora se dice una propuesta moderna, seguidores de Ferrá Adriá.

La reflexión de mi marido fue sobre la amistad. Se la hizo al camarero español mientras nos servía el lenguado, pero encorsetado como estaba con chaqueta y corbata, el camarero pareció no darle la más mínima importancia a tamaño pensamiento, cosa que no debe hacerse. Insistió (mi maridito) en que la mejor definición de la amistad se debe, no a Aristóteles o a los libros de autoayuda actuales, sino al filósofo Demócrito: entre los amigos “en pez compartido no hay espinas” queriendo decir que los amigos hacen la vida fácil y alegre pues se ayudan entre ellos. La vida es el “pez compartido” y eliminar los males e inconvenientes es “no hay espinas”.


Invité yo.


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